martes, 9 de abril de 2019

Una cuenca en problemas.

El avance de la frontera urbana, los desmontes, la escasez de flora autóctona, el incremento poblacional y los incendios provocan una situación ambiental delicada en una zona del departamento Colón.

El temporal que el fin de semana pasado dejó ocho muertos, más de 1.680 viviendas dañadas, 11 puentes y un acueducto rotos, 40 kilómetros de rutas y 1.200 cuadras de calles destrozados y mucha tristeza en las Sierras Chicas fue producto –más allá de las lluvias torrenciales– de una serie de factores de riesgo. Estos están latentes desde hace décadas en esa zona del departamento Colón, al noroeste de la ciudad de Córdoba.
Los 260 milímetros de lluvia que cayeron en menos de 24 horas en algunas localidades de las Sierras Chicas desnudaron la debilidad ambiental en la que se encuentran las cuencas de la región, afectadas por los incendios, la tala indiscriminada, la explosión demográfica y la urbanización descontrolada de la última década.

Las cifras hablan por sí solas: entre 2004 y 2013, se incendiaron 75.220 hectáreas acumuladas (40 por ciento menos que la década precedente), se desmontaron 8.600 hectáreas en los últimos 10 años (con un historial de tala continua desde 1940), la población se duplicó en los últimos 15 años (hoy asciende a 140 mil personas, según el Censo 2010) junto con un impresionante crecimiento de la urbanización en igual período.
Pero, además, el cambio de uso del suelo –que transformó áreas boscosas del parque chaqueño en superficies cultivadas, y las sometió a los embates de la minería y al avance de la urbanización y de actividades industriales– genera disputas sociales por la utilización del agua y las sierras: por el suelo, el bosque y el paisaje. El problema es de larga data. 
En 2013, una investigación sobre la cuenca de los ríos Ceballos y Saldán, realizada por el equipo de Ordenamiento Territorial del Instituto Superior de Estudios Ambientales (Isea) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), a pedido de vecinos y organizaciones sociales de las Sierras Chicas, y dirigida por Alicia Barchuk, alertaba sobre el vínculo entre las inundaciones y deslizamientos de agua, tierra y rocas y la grave situación por la que viene atravesando esa cuenca hídrica, ubicada en la ladera oriental de las Sierras.
El trabajo revela que, si bien la cuenca es una de las que posee mayor extensión de bosques serranos en buen estado de conservación dentro de la provincia de Córdoba, más de un tercio de esa superficie perdió su cobertura natural como resultado del cambio en el uso del suelo, mientras que otro tercio perdió cobertura boscosa por los reiterados incendios que afectaron a esa zona.

“Todas las acciones del hombre van produciendo transformaciones que traen sus consecuencias. Yo creo que con fenómenos naturales de tanta magnitud, se relativizan. De cualquier manera, la influencia existe”, opina Guillermo Irós, titular del Instituto de Planificación Metropolitana (Iplam), organismo que depende del Gobierno provincial.

La mancha urbana
Los pueblos y ciudades de las Sierras Chicas se levantan en las cuencas medias de los arroyos, ubicadas entre 1.099 y 650 metros sobre el nivel del mar. Algunas localidades, incluso, se asientan en más de una cuenca, lo que significa que están construidas en un área que vierte hacia un cauce que forma un arroyo o río.
De los 1.760 kilómetros cuadrados que conforman el territorio de la vertiente oriental de las Sierras Chicas (Vosc), alrededor de 420 se encuentran urbanizados o en proceso de urbanización: 50 por ciento más que hace 15 años, dice Joaquín Deón, licenciado en Geografía, egresado de la Universidad Nacional de Córdoba y autor del trabajo de investigación “Gestión de cuenca, conflictos por el agua y el uso del suelo en las Sierras Chicas. Una mirada desde la geografía del agua”. 
El 15 y 16 de febrero pasados cayeron, en algunas localidades de las Sierras Chicas, 250 milímetros. La precipitación corresponde al 75 por ciento del valor máximo esperable de lluvia diaria en la zona (330 milímetros), explica Carlos Marcelo 
García.
García es investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) e integrante del Centro de Estudios y Tecnología del Agua (Ceta). De este último organismo participan la Facultad de Ciencias Económicas, Físicas y Naturales de la UNC y profesionales de la Universidad Católica de Córdoba y del Consejo de Investigaciones Hídricas para Región Semiárida (Cihrsa), que depende del Instituto Nacional del Agua (INA).
García indica que, en relación con las lluvias que derivaron en catástrofe, hay que analizar tres variables: el evento hidrometeorológico extremo, los caudales superficiales que se generaron (aspectos hidrológicos) y las características hidráulicas (velocidad del flujo y profundidad, entre otros) del escurrimiento superficial en arroyos y en calles.
“A partir de las precipitaciones extraordinarias registradas en las distintas cuencas, se generaron escurrimientos superficiales con caudales extraordinarios. La elevada condición de humedad antecedente en la cuenca y los procesos de urbanización existentes benefician el excesivo escurrimiento”, explica García.
Por su parte, Deón sostiene: “El agua no bajó sólo de las Sierras; provino de todo espacio donde, con pendiente y al descubierto, no fue absorbida”.
Asegura también, con base en la recopilación de datos desde 1937 hasta la actualidad, que las fuertes precipitaciones, que antes ocurrían cada 30 años, desde 1995 comenzaron a repetirse cada siete años y desde 2001 cada dos o anualmente.
Un informe realizado para el Foro Ambiental Córdoba por la cordobesa Sandra Díaz, doctora en Ciencias Biológicas y premio Nobel de la Paz 2007 como miembro del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, confirma que las proyecciones climáticas globales para las próximas décadas tienden a coincidir en un aumento de la frecuencia de eventos extremos.

Al límite
“No basta con decir que son imponderables del clima”, opina el biólogo y coordinador del Foro Ambiental Córdoba Federico Kopta. Con ello coincide la Coordinadora Ambiental y de Derechos Humanos de las Sierras Chicas, que aglutina a vecinos de las localidades serranas.
“Las cuencas altas son desmontadas, incendiadas y edificadas, desprotegiendo e impermeabilizando el suelo, que pierde su capacidad de esponja. Ya no retiene el agua cuando llueve y no la libera cuando falta”, indicaron miembros de la Coordinadora, en un comunicado.
Sobre este punto, también se pronuncia Guillermo Irós. “Hay –dice– dos aspectos: las construcciones más cercanas a los cursos de agua y las escorrentías (excedentes hídricos) superficiales, que pueden ser consecuencia, en parte, de la impermeabilización del suelo”.
Joaquín Deón, con base en su investigación, que será publicada el mes próximo, indica que las crecidas de los ríos y arroyos se vieron favorecidas por la descontrolada pérdida de vegetación a manos del avance de los desmontes, la urbanización y la minería no metalífera para la construcción.
“Sierras Chicas pasó, en 25 o 30 años, de poseer pueblos a tener ciudades. No sólo creció en población, sino también en ocupación del suelo”, precisa.
Por su parte, Barchuk indica, en un artículo publicado en el sitio UNCiencia, que “la amenaza del territorio es el avance de la frontera urbana, los cambios en la tierra de manera desproporcionada sin una mínima contemplación de cómo funciona la cuenca”.
Y agrega: “Hay que repensar los procesos de planificación territorial. La frontera urbana no puede avanzar más; ha llegado al límite. Hay que generar acciones de mitigación, establecer áreas núcleo, áreas de amortiguación, respetar ordenanzas vigentes, conservar las áreas naturales protegidas y que la comunidad participe, se comprometa”.

Inundaciones históricas
Febrero de 1939. En la cuenca del río Saldán. Cinco muertos, viviendas enteras desaparecidas. Desmonte para leña, mineras y ferrocarril. Habitantes: 10.500.
Enero de 1951. En ríos Salsipuedes, Chavascate y Saldán. Anegamiento de calles, rotura de puentes. Desmonte por el auge minero y exportación de carbón a Europa. Habitantes: 14.500 (año 1950).
1966-1967. Crecidas en todas las Sierras Chicas. Anegamiento de calles, rotura de puentes. Habitantes: 22.500 (año 1960).
1980-1981. Cuenca del Saldán y Salsipuedes. Dos muertos en Saldán, destrucción de industrias, viviendas, anegamiento de barrios. Habitantes: 55.645 (año 1980).
1995. En toda Sierras Chicas. Anegamiento de barrios. Incendios durante toda la década: se queman más de 100 mil hectáreas. Habitantes: 68.326 (año 1991).
2000. En toda Sierras Chicas. Evacuación de más de 600 personas, tres muertos, destrucción de viviendas, anegamiento de calles. Hubo otras inundaciones en lo que siguió de la década (años 2004, 2008, 2010, 2012 y 2013). Habitantes: 96.474 (2001) y 140.102 (2010).

Fuente. Joaquín Deón, geógrafo. 
Leonelli Morey, L. y Otero, M. (22 de febrero de 2015).  Una cuenca en problemas. La voz del interior. Recuperado de http://www.lavoz.com.ar/ambiente/una-cuenca-en-problemas




jueves, 4 de abril de 2019

La mar turbia

La Laguna Mar Chiquita es uno de los ecosistemas más importantes del país. Hace menos de un mes, Nación y Provincia anunciaron que será declarada Parque Nacional. Sin embargo, sus costas están repletas de basura y el agua contiene peligrosos contaminantes provenientes de la ciudad, la actividad industrial y la producción agraria.

Los restos de una heladera, un bidón de agua envasado en el barrio Nueva Italia de la ciudad de Córdoba, ruedas de bicicletas para niños, zapatos, zapatillas, ojotas, crocs. Maracas, frascos de remedios, latas de desodorante, cartuchos de impresoras, botellas de vidrio y de plástico. Muchas botellas de plástico. De todos los tipos, colores y gaseosas.

Esto es una muestra de lo que se acumula en las orillas de la Laguna Mar Chiquita (o Ansenuza, como dicen que la llamaban los pueblos originarios). Los ríos que llegan hacia ella traen la basura desde distintos puntos y el agua, porfiada, inteligente, la devuelve a la costa. Pero ningún ser humano, productor de estos desperdicios, es responsable de limpiarla. Ni los municipios cercanos ni la Provincia. Desde la ruta no se ve.



La Laguna Mar Chiquita es uno de los ecosistemas más importantes del país y tiene una superficie de 6.000 kilómetros cuadrados. A principios de marzo de 2017, se conoció la noticia de que la Nación y la Provincia de Córdoba firmaron un acuerdo para que este lugar sea declarado Parque Nacional, en la actual Reserva de Usos Múltiples (RUM) de Bañados del Río Dulce y Mar Chiquita. La zona alberga 329 especies de aves, 35 de reptiles, 16 de  anfibios y un número todavía no precisado de mamíferos.

Estas imágenes, corresponden a la Laguna del Plata, ubicada entre las localidades de La Para y Marull, a 150 kilómetros aproximadamente de la ciudad de Córdoba. Este es un brazo de la Mar Chiquita, que en un momento era una laguna independiente y que en la gran inundación de la década del ’70, se unió a “la mar”, como la llaman los lugareños.

De esta manera, el nuevo Parque Nacional que integra Mar Chiquita
se convertiría en uno de los más contaminados de la Argentina.
Ya en marzo de 2015, científicos de la Universidad de Córdoba y la Universidad Nacional de Mar del Plata confirmaron “la existencia de un combo de contaminantes en la laguna de Mar Chiquita”. El estudio, publicado por UNCiencia, la agencia de noticias de la UNC, afirmaba que “se trata de elementos que no son letales para los humanos, pero tienen incidencia en la biota y, a largo plazo, podrían tener algún efecto en la salud de las personas”.

El trabajo surgió a partir de la tesis doctoral de Laura Ballesteros, miembro del Instituto de Diversidad y Ecología Animal de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la UNC. Ballesteros analizó la presencia de endosulfán, un plaguicida que se utiliza para combatir la chinche de la soja, prohibido en 2013 luego de ser utilizado durante las últimas 15 décadas. “El endosulfán está prohibido en casi todo el mundo, pero en Argentina todavía rige un plazo de cinco años para usarlo: no se fabrica pero se puede aplicar lo que queda en stock”, explicaba Ballesteros a UNCiencia.

Luego, decidió ampliar el análisis a otros contaminantes cuya presencia pueden ocasionar efectos nocivos en la vida silvestre de la laguna. Los investigadores además de componentes de agrotóxicos, detectaron “contaminantes provenientes de la ciudad y de la actividad industrial, acarreados por los ríos que desembocan en ese reservorio de agua salada”.

Coctel contaminante
Las mediciones realizadas arrojaron muestras, además de endosulfán, 
de PCBs, HCHs, DDTs y PBDEs.

Los PCBs fueron los contaminantes hallados en mayor cantidad, tanto en partículas suspendidas sobre el agua como en el sedimento. “Este compuesto es uno de los contaminantes más nocivos del planeta y está prohibido en muchos países. Su presencia en la laguna podría deberse a arrastre por el río, a transporte atmosférico o a la suma de estos y otros fenómenos de transporte de contaminantes en el ambiente”, decía Daniel Wunderlin, miembro del equipo de trabajo a UNCiencia.

El PCB es cancerígeno y también está presente en los tejidos de los pejerreyes de Mar Chiquita. La cantidad detectada sobrepasa los niveles permitidos para el consumo humano, por lo que podría poner en riesgo la salud de quienes comen el pescado de este lago.
Los HCHs son una mezcla de hexaclorociclohexanos y el más conocido es el lindano, que se utilizaba en los champús piojicidas antes de su prohibición en 1998. El DDT, por otro lado, es un insecticida que dejó de usarse hace más de 40 años, pero que, según este trabajo, todavía persiste en Mar Chiquita. El PBDE es tan tóxico y persistente como el PCB. Tiene propiedades ignífugas por lo que se usa en la industria electrónica. Aldrin y Dieldrin, componentes de hormiguicidas, también son parte del combo de químicos que se encuentra en la laguna.

“La contaminación es consecuencia del modelo de uso de agroquímicos y es un problema, porque es una ecuación que se tiene que balancear: los plaguicidas mejoran la producción, pero usados sin control causan problemas en el ambiente y, en definitiva, en la gente”, decía Ballesteros.

La laguna recibe el afluente de tres ríos. El río Suquía, que nace de la unión de varios arroyos y cauces en las serranías cordobesas, atraviesa las localidades de las Sierras Chicas, la ciudad de Córdoba y Villa Santa Rosa antes de desembocar allí.
El Xanaes, proviene del dique Los Molinos y pasa por Despeñaderos, Río Segundo, Villa del Rosario, Pilar, Tránsito y Arroyito, donde se encuentra la planta de Arcor, que produce caramelos y millones de residuos al año.

Y el río Dulce, que nace como Río Tala en el límite de Tucumán y Salta, y luego recorre el territorio de Santiago del Estero, e ingresa a la provincia de Córdoba, donde recibe el nombre de Petri y forma extensos humedales, antes de entrar en la Laguna Mar Chiquita.

De esta manera, los afluentes no sólo traen la basura de las ciudades sino que también arrastran cientos de litros de agrotóxicos de los terrenos que atraviesan en plena pampa sojera. Es más, numerosos campos que se encuentran cerca de la laguna fueron salvajemente deforestados y los agroempresarios cultivan el “oro verde” hasta casi la orilla.
Viejo problema
Sin embargo, la problemática no es nueva. En 2010, murieron cuatro toneladas de peces en el Embalse de Río Hondo, como consecuencia de la grave contaminación que afecta a toda la cuenca del río Salí-Dulce, producida por la industria de la celulosa, que desemboca en la Mar Chiquita.

Algunos años después, en 2013, con el título “El impacto ambiental llega a la laguna Mar Chiquita”, el diario La Voz del Interior señalaba que “aguas arriba de Río Hondo, el impacto es de los ingenios azucareros y establecimientos de cítricos, por falta de tratamiento de sus efluentes. También se apunta el aporte de grandes compañías mineras en Catamarca. Los fluidos cloacales sin tratar que se derivan al cauce agregan otro condimento”.


Fuente de vida
La laguna Mar Chiquita es una cuenca endorreica que se encuentra al noreste de la provincia de Córdoba, entre los Departamentos Río Seco, Tulumba, Río Primero y San Justo. Limita al norte con la Provincia de Santiago del Estero. La zona fue declarada reserva natural el 29 de noviembre de 1994. Además, en 1991 fue declarada miembro de la Red de Reservas Hemisféricas de aves playeras y en 2002 sitio RAMSAR, ya que alberga a las aves acuáticas migratorias que vienen de América del Norte, el Caribe, Colombia y la Patagonia.

La Laguna del Plata tuvo su apogeo cuando, en 1919 llegó a La Para Pablo Guglieri, un hacendado que construyó entre 1923 y 1926,  el hotel de cinco estrellas SAVOY HOTEL sobre las playas de su campo que daba a la Mar Chiquita. Tenía 120 habitaciones, usina, frigorífico, pastelería y un ferrocarril (de 17 km. de longitud) que unía estación La Para con el gran hotel. Además, tenía canchas de tenis, piletas de natación, vestuarios, alquiler de botes y duchas.

Después del fracaso del primer emprendimiento, demolido en 1942, realizó uno nuevo sobre las márgenes de la Laguna del Plata, llamado Nuevo Hotel Savoy, mucho más modesto.

En los 70, con la gran crecida de la laguna, que inundó gran parte de la localidad de Miramar, también se llevó al hotel de Guglieri. Hace unos años, desde la ruta sólo se veía el techo. Hoy pueden verse sus restos y la pileta circular, alimentada por un surgente natural.

Giordana, P. (7 abril, 2017) La mar turbia. Revista La tinta. Córdoba. Recuperado de https://latinta.com.ar/2017/04/la-mar-turbia/